jueves, 14 de abril de 2011

PALABRA SOBRE LOS ABISMOS

Por: Miguel Ildefonso


Miguel Ildefonso
¿Qué nos impulsa a buscar más palabras de las que tranquilamente usamos? ¿Por qué sentimos esa necesidad de hurgar en lo inefable? ¿Por la seducción del abismo? ¿Por la sensación del vértigo que nos hace levitar? La poesía -se suele decir- nos da más preguntas que respuestas. ¿Será porque toda respuesta es estática, mientras que una pregunta es errancia, impulso, exploración? El poeta lo que quiere es motivar, inquietar, conducir hacia algo que él ha vislumbrado, pero del que no existen palabras para nombrarlo o definirlo. Busco palabras / Que sean más que palabras / Que hablen más que de sí mismas / provocadoras como largos silencios / proferidos en la oscura mañana de los deseos nos dice Juan Soto en los primeros versos de este visionario libro de poemas. Aquello que hace el poeta va dirigido a un objetivo: a la redención. Es lo que hizo Jesucristo del género humano, por medio de su pasión y muerte. Jesucristo en la cruz, tres clavos impidiendo su caída al abismo, dando sus últimas palabras. Aquella imagen es una de las posibles interpretaciones. Redimir es rescatar o sacar de la esclavitud al cautivo. El poeta nos rescata de la esclavitud de las palabras, de las convenciones y categorías de las que estamos hechos. La poesía nos libera: Redención de la sentencia interminable / y la sombra ensimismada / absorta / de quien ha extraviado el dolor / en los silentes pasadizos del espíritu.
Pero, aunque suene paradójico, la poesía no deja de ser palabra, y la palabra es memoria. Por la palabra somos lo que somos, y mediante la palabra nos renovamos: La memoria persiste / más allá de la memoria / aun sin ella misma / en el registro innominado / inmemorial / a buen recaudo / de las aviesas e inveteradas debilidades / de la especie humana. Es por ello que Góngora es un poeta actual, porque su poesía se renueva conforme renueva a la especie humana. Las interpretaciones actuales de “Soledades” no serán las mismas de antes; lo que se leyó entonces no será lo mismo de lo que leemos hoy en Góngora, puede que sea así, pero la memoria persiste más allá de la memoria. Nunca la poesía dejará de aspirar a que el hombre se convierta en un ser humano. El caudal que hay en la palabra es inagotable, y es como un archipiélago de espejos en el que cada época se ve reflejada. Ello es el cristal de lo divino, de la poesía trascendente. Y sobre este tema, de lo relativo o fugaz, ante lo eternal o intemporal, es de lo que trata esta metapoética desgarrada, encarnizada en la palabra de Juan Soto. Por otra parte, esta conciencia mítica e histórica de la palabra y la metáfora, como en Borges y Paz, es lo que lo hace destacable, por el riesgo de poetizar sobre la poesía misma.
Para terminar este breve comentario, solamente señalar que aquella encarnación del verbo sólo es posible mediante el acto de amor dantesco. La caída al infierno de Dante es el inicio de una oscura travesía llena de revelaciones. En palabras de Juan Soto: Es desde la hondura / donde emerge la palabra / su sentido abisal / la mirada en carne viva / Indescifrable caos el de nuestras voces / y los crustáceos kamikaces / estrellándose contra las rocas / Irrefrenable eco. El poeta emerge desde ese caos original para rev (b) elarse en la palabra, ante el mundo. Escribir un poema es la “comedia”, es recorrer infierno, purgatorio y paraíso, es amar. Se es Dante en cada poema. Se da amor en la escritura y en la lectura de un poema. Y el amor lo vuelve a ordenar todo: Hay en tus labios / un sabor a cristales rotos / a grieta honda / que abisma los amores sobre rocas tenaces. Juan Soto, poeta que ha bebido de la metafísica de Martín Adán, nos entrega un libro que nos motiva a hurgar en nuestro propio paraíso. Lo más impresionante no es la motivación que nos imprime, sino el contagiarnos su esperanza en que aquel paraíso existe.
Miguel Ildefonso
Apolo, noviembre del 2004
Para ver sobre Miguel Ildefonso:

miércoles, 13 de abril de 2011

EL POETA DE LAS FUERZAS DE ÉLITE

Por: José Pancorvo

En el tercer libro del barranquino poeta Juan José Soto se oye abrir una gran puerta metálica, como la de un Hércules de las fuerzas paracaidistas. "¡Ya!", gritó el jefe de salto.
Poeta José Pancorvo
He abierto la pesada puerta del silencio. De hecho en este poemario va el autor mitificando y fabulando sus funciones, no hacia lo mera y puramente imaginado sino a lo más profundamente real y realizante. Al cruzar la misteriosa y férrea puerta va el poeta con la ciega mirada, nos dice más adelante. Esto nos recuerda las figuras de De Chirico y su carácter de antonomástico pintor metafísico. Sí, esta es una poesía metafísica.
Otra señal es que esta mirada no sólo es ciega, sino una certera mirada. Porque hay un acierto como de una arquería sutil realizada con otros sentidos, una "metaestesia", unos "metasentidos" propios para la atmósfera metafísica. Asunto genialmente descrito por Mariano Iberico en su fundamental "Estudio sobre la Metáfora".
El espíritu de las voces/ reverbera en la sombra. Ahí se escucha no una sino varia voz. Eso es en la primigenia región del sonido/ la del primordial resplandor.
Evidentemente el mundo metafísico tiene su peligro, como el de cualquier viaje -o cualquier inmovilidad-, de cualquier vida en suma, y más cuanto más vida. De la cabalidad de esa percepción, de lo fidedignamente metafísico de su poesía, nos asegura su descripción experiencial del zarpazo/ sobre la curtida/ desguarnecida piel del poeta. Lo siente el poeta de las fuerzas de élite de los que saltan en la metafísica.


Septiembre del 2006
Sobre José Pancorvo: http://www.josepancorvo.com/

martes, 12 de abril de 2011

PALABRA SOBRE LOS ABISMOS

                                                               Por:  Víctor Coral Cordero
Víctor Coral
He abierto la pesada puerta del silencio/ y atravesado la noche/ en la que sigilosos moran los más arcanos secretos. Estos versos memorables definen en gran parte la poética esencial de Soto, quien despliega en este libro asombro divino mientras da cara y alma al misterio de la poesía. El silencio creador tanto como la capacidad verbal transmundana del hombre ocupan un espacio privilegiado en estos textos cuya intensidad tiene el raro pathos de conmover con abstracciones, de develar con explosiones las profundidades del ser. Soto llega así a una madurez poética que anuncia, sin ambages, la aprehensión futura de mayores esencias.


miércoles, 30 de marzo de 2011

LA POESÍA REVELADA: JUAN JOSÉ SOTO Y SU PALABRA SOBRE LOS ABISMOS



Por: Paul Guillén

Poesía: revelación: canto de Orfeo. Estas palabras son las llaves para entender la poética de Juan José Soto (Lima, 1965). No en vano esta reflexión sobre la palabra y la poesía que es desarrollada desde diversos ángulos en su último libro, Palabra sobre los abismos (Lima: Roda ediciones, 2005) tal vez, podría remontarse a un poema de su primer libro Cárcel de mi ojo, donde la indagación quizás vallejiana del verbo se expresa de la siguiente manera “Qué estigma / tan doloroso / la de ser poeta / que me duelen las palabras / como muertes en el corazón” comparable con el “Quiero escribir pero me sale espuma” de “Intensidad y altura”, aserto que se apoya en otro poema de Cárcel de mi ojo “La palabra que hiere / es un vaso que no acaba / y la espuma que nos ahoga / en el ya no sé / de cada esquina que espera”. Si en su primer libro esta reflexión sobre la palabra estaba ligada a la contemplación de la mujer como una cárcel: “te busco / irremediablemente / te busco con palabras” o “lo que sea / que se parezca a tu rostro: / Cárcel de mi ojo”, en su tercer libro, Palabra sobre los abismos, esta búsqueda se tornara más ligada a una poesía reflexiva en contraposición de una poesía vitalista, de actitud biográfica, descriptiva y cotidiana. Su actitud en cierto sentido metafísica es la encargada de llevar el hilo de la reflexión, además, se apoya en un epígrafe de Octavio Paz: “La palabra poética es mediación entre lo sagrado y los hombres”, similar a lo que expresara sobre el lenguaje Friedrich Hölderlin: “y se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya”.


Esta actitud metafísica de la que venimos hablando se refrenda en una posición escéptica frente al lenguaje, hasta cierto punto podríamos denominarla como metapoética: “Busco palabras / Que sean más que palabras / Que hablen más que de sí mismas”, existe una desconfianza en el lenguaje como un medio de comunicación y, por el contrario, se remarca el despliegue del silencio como una realidad más allá de la realidad: “He abierto la pesada puerta del silencio / y atravesado la noche / en que sigilosos moran los más arcanos secretos”. Tal vez, su poética resuma cierto platonismo, pero lo más remarcable, en este caso, es su posición órfica frente a las palabras “ensimismados en el lenguaje de proféticas voces / Allende la estancia”.


Por último, si comparamos su primer libro con este tercero nos daremos cuenta, que el poeta ha dado un salto cualitativo, mientras en su primer libro mantenía algunos rasgos vitalistas, no olvidemos que ese primer libro es de 1994, cuando aún imperaba el conversacionalismo más fiero y llano, en este tercer libro su palabra fluye diáfana por parajes de ensoñación, donde, tal vez, se intente salir de la caverna platónica para ver la verdadera realidad que canta el poeta. Así, Palabra sobre los abismos es un libro que indaga por la propia esencia de la poesía y contempla sus propias palabras en un espejo abisal.



Lima, 9 de noviembre de 2006

Texto publicado en el blog “Sol negro”:

viernes, 25 de marzo de 2011

JUAN JOSÉ SOTO: DESAFIANDO LA PALABRA

«Es todo este bendito silencio / una invocación de eternidad
el estruendo de una palabra / en la heredad de un segundo.»                                                      
                                                                                      Juan José Soto


Entrevista por: Santiago Risso



Santiago Risso
 Poeta surgido en los años noventa, caracterizado por el trabajo arduo sobre la palabra, un descubrir del súmmum poético sobre el propio poema, es Juan José Soto Bacigalupo, nacido en Barranco, Lima, en agosto de 1965. Lector y admirador de Martín Adán y José María Eguren, y autor de los poemarios Cárcel de mi ojo (1994), Morada Diosa (1997) y Palabra sobre los abismos (2005), que motiva esta entrevista. La obra de Soto —Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad San Martín de Porres, donde además cursó la Maestría en Periodismo— ha aparecido en varias revistas especializadas y en antologías de poesía peruana. Es también, a través de Internet, promotor de actividades literarias mediante su agenda cultural denominada «Itinerario de la palabra». Hablar con Juan José Soto, más que un desafío, es un placer de acercamiento a la palabra.

 Santiago Risso: ¿Cómo surge Palabra sobre los abismos?

Juan José Soto: La obra surge a fines de la década pasada y se consolida como libro en los primeros años del 2000. El leit motiv del poemario es la palabra misma; hurgar en ella, sus rincones, sus orillas, sus cimas y sus abismos y configurar una suerte de metapoética. Claro que esto último empieza a decantarse a medida que los poemas van surgiendo y la palabra poética reclama un espacio propio. Palabra sobre los abismos es en suma una apuesta por la palabra poética cercana a la tradición pero que intenta a su vez proponer una voz propia, un estilo particular.


¿Cuál es el nexo, tu propuesta de este poemario frente a tus dos primeros libros Cárcel de mi ojo y Morada diosa?
Cárcel de mi ojo (1994) representó una búsqueda por hacer corpóreo el mundo interior a partir de las palabras: mundo en permanente agitación; inmerso en la agobiante limitación humana y los vestigios del amor. Morada diosa (1997), por otra parte, representa un intento por trascender —más allá de la limitación humana— aparejado de la palabra poética en ese humano tránsito por el infierno, atravesando el purgatorio, hasta alcanzar la divina morada: la morada diosa.Palabra sobre los abismos (2005) plantea a su vez una reflexión en torno a la palabra poética a partir de la palabra y el oficio del poeta. Esta palabra, como en los poemarios anteriores, se desvincula ex profeso de toda referencia o apelación que la limite, acote o vuelva anecdótica, cotidiana o vulnerable.

¿A qué poetas o escritores frecuentas? ¿Cuáles son tus influencias literarias?
Juan José Soto
Dado el imperativo de subsistir tengo que trabajar de lunes a viernes durante casi doce horas diarias, razón por la cual se hace cada vez más difícil reunirme con muchos amigos poetas y escritores. Sin embargo, uno siempre se las ingenia para compartir un café, una chelita o un emilio con grandes amigos como Sergio Dextre, José Pancorvo, Miguel Ildefonso, Willy Gómez, Richie Mesías Evangelista, Euvgeni Bezubikoff, Christian Galarreta; en fin, la lista es larga e incluye a muchos poetas jóvenes, a los que sigo con entusiasmo. Tú me conoces, Santiago, yo soy amiguero por  naturaleza, y  tú también estás presente en esa lista interminable depatas y amigos. Por otro lado, si hablamos de influencias, te mencionaría más bien a poetas a los que me siento vinculado —unos en mayor medida que otros— en diferentes etapas de mi vida y a los que acudo para refrescar mi alma poética. Entonces debo mencionar —sin querer implicar nada por el orden— Pablo Neruda, deResidencia en la tierra; Vicente Aleixandre, De la destrucción o el amor; César Vallejo, de Trilce; Lorca, de Poeta en Nueva York; Thomas Eliot, de The Waste Land,entre los que me vienen a la mente.
Es inevitable mencionar también al enorme Rafael de la Fuente Benavides —Martín Adán— a Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Alejandro Romualdo y Juan Gonzalo Rose.

¿Qué es para ti la generación del noventa? ¿Qué significado tuvo aquella década en tu formación literaria?
No sé si realmente se puede hablar propiamente de una generación del noventa, pero definitivamente en la década pasada surgieron muchos jóvenes poetas en torno a diversos grupos, universidades y talleres; poetas que hicieron visible su trabajo poético en recitales, lecturas, revistas, poemarios y antologías. Todo este material testimonia la presencia de escritores de excelente nivel y calidad literaria, en una etapa difícil, dura, signada por la violencia y el terror; la corrupción en todos los niveles del Estado; la podredumbre de los hombres de gobierno; la censura y la represión política. Esta década, en lo personal, significó el ingreso y participación de manera activa en la movida poética de aquellos años. Aún recuerdo la primera invitación que me extendiste a inicios de los 90 para participar en un recital que organizaba «Mammalia» y al que acudieron muchos de los poetas que llegarían a consolidarse en la actualidad.

¿Cómo te resulta la aparición de la muestra-estudio sobre los noventa que recientemente ha publicado Manuel Pantigoso?
Interesante por su aporte. Manuel Pantigoso es un apasionado hombre de letras y amante de las artes en general; por tal razón, no es una sorpresa ver la publicación de esta singular antología de la década del 90. Hay que decir que Pantigoso tuvo una relación estrecha con poetas de los 90, vinculación que se afianzó a partir del taller de poesía que dicta precisamente a inicios de la década pasada a propuesta de «Mammalia». Este punto de encuentro entre Manuel Pantigoso y los 90 generó mucha comunicación con los jóvenes poetas de aquel entonces. En cuanto a la antología debo decir que no agota —como creo, M. Pantigoso aclara, no es su pretensión— una visión de la poesía de aquella década. Empero, dicho trabajo recoge varias voces poéticas distantes del círculo marketero que imperó e impera en los medios de comunicación y los sumos pontífices de la literatura. Es por esta razón que, desde esta perspectiva, la antología es destacable pues plantea una convocatoria abierta a voces de diversas regiones del país: 19 poetas antologados nacieron fuera de Lima y 9 en Lima. Hay que acotar, sin embargo, que varios de los poetas del interior del país han desarrollado su trabajo creativo en Lima. En resumidas cuentas, un trabajo plausible y que brinda aportes para aproximarse a la poesía de la década pasada desde una mirada caleidoscópica de la realidad poética.

Tú libro está dedicado, por lo que observo, a tu familia, y por allí a Barranco, Juan Soto: «poeta barranquino» y Chiclayo, tierra de tus antepasados y de tu tío el poeta Carlos Ramírez Soto. ¿Palabra sobre los abismos vendría a ser un puente de acercamiento a tus mitos y «demonios» familiares?
Recuerdo el gesto de sorpresa de un amigo poeta al ver la dedicatoria… Te puedo decir lo siguiente: Palabra sobre los abismos surge pensando en el cierre de un ciclo poético, en el sentido más amplio de la palabra. En consecuencia, en la dedicatoria traté de saldar deudas con mis ancestros, con mi familia más cercana... No obstante, en pleno proceso de edición del poemario surgió un poema que compuse y me conmovió, lloré de emoción. Dije, este poema es el inicio de un nuevo poemario, y esto escapa a mi propia humana decisión. Habiendo dicho todo esto, ratifico mi identificación con la tradición familiar, con mi bisabuelo, José Clodomiro Soto Ortiz, poeta chiclayano nacido a mediados del siglo XIX; mis tíos poetas Carlos y Raúl Ramírez Soto a quienes conocí personalmente hace unos cinco años aproximadamente. Entonces, sí es verdad, mi sentido de pertenencia está dividido entre Barranco y Chiclayo, tierras a las cuales quiero sin reservas.

¿Qué proyectos literarios o profesionales tienes?
Estoy trabajando mi cuarto poemario, no he decidido el título todavía; me gustaría, por otra parte, ver la posibilidad de postular a la Maestría de Literatura en San Marcos el próximo año. En fin, hay tantas cosas en mente, por ejemplo la creación de mi propia página web y un blog de poetas del noventa. Démosle tiempo al tiempo.

                 X

Es desde la hondura
Donde emerge la palabra
Su sentido abisal
La mirada en carne viva
Indescifrable caos el de nuestras voces
Y los crustáceos kamikaces
Estrellándose contra las rocas
Irrefrenable eco
Adherido a lo que queda de nuestras sombras
Y la honda escena del quebranto
Mismísimo destino del hombre
Revelación de su velado propósito
Su finalidad última
Alma al aire
Mano febril del naufragio
Estremecida por el amor.

Del poemario Palabra sobre los abismos (2005)
* * *
Para citar este documento: 

Risso, Santiago: «Juan José Soto: desafiando la palabra», en Ciberayllu (29 de mayo, 2006)

jueves, 24 de marzo de 2011

*“PALABRA SOBRE LOS ABISMOS”

Por Víctor Coral Cordero


Hay un cuento de Ítalo Calvino donde se narra la historia de dos amantes que, por razones de trabajo no pueden verse en ningún momento del día. Cuando él  llega de trabajar, temprano en la mañana, ella ya ha partido a trabajar hasta la noche. Entonces, como no pueden verse ni tocarse, tienen la costumbre de calentar con el humor de sus cuerpos una región de la cama. De manera que cuando llegan al lecho, pueden sentir la presencia del otro por medio del calor corporal temporalmente retenido entre las sábanas.
Este es, creo, una buena imagen o metáfora textual –hipotexto, según la tipología de Gerard Gennete- de este tercer libro de Soto: son como vestigios, huellas humorosas los poemas de una presencia de Lo Real –en el sentido lacaniano – que está más allá siempre de la realidad anestésica, aquella que tanto obsesiona a los poetas contemporáneos de aquí y de afuera: el cuerpo, el sexo, el género, la confesión, la fácil intensidad subjetiva, todo aquello que, como veremos, Soto elude para abocarse a lo esencial, una apuesta contradictoriamente ambiciosa y muy actual, posmoderna, si se quiere, pensando la posmodernidad como un espacio hiperdemocrático donde todas las visiones y todas las sangres tengan un lugar en el mismo plano. Auscultar los poemas nos alumbrará, esperemos, su propuesta.

Hay dos formas hasta cierto punto en pugna, de asumir el ejercicio poético, o más bien dos concepciones de poesía. La más común y difundida es la que entiende el discurso poético como vehículo o instrumento de sensaciones, sentimientos, intensidades subjetivas. Esta es por lo general una visión laica de la poesía; el exteriorismo y lo épico serían extensiones de esta posición. Pero hay una muy antigua y prestigiosa forma de concebir la poesía, que en occidente se remonta hasta uno de los decálogos más tempranos de Platón, el ION. Allí el filósofo de la academia afirma que el poeta es un eslabón que vincula a los dioses con el pueblo. Es de algún modo la misma idea que propone Paz en el epígrafe que abre Palabra sobre los abismos, y la  idea rectora- por así decirlo- de los poemas que conforman este breve pero sustancial libro
La lectura que ustedes tendrán que soportar esta noche, se rige también por esta concepción prístina de la poesía.

Desde el primer poema el yo poético busca trascender la inevitable condición temporal, y por tanto limitada, de la palabra. Se busca la condición de ser aquel que “ha extraviado el dolor /
en los silentes pasadizos del espíritu”.Es decir alguien que haya trascendido las limitaciones existenciarias para así conquistar un Logos más abarcador, sobrehumano en alguna medida.

El poema II refleja un yo poético a merced del poder convocatorio de las palabras. Éstas adquieren una suerte de autonomía, son “incontenibles”, están “pobladas de embrujo” y el poeta está con la piel desguarnecida frente a ellas. Es el momento, un momento, en el que el yo poético pierde la batalla con la expresión, se muestra vulnerado, a merced.

Sin embargo en el poema III se yergue la mirada como “firme cubículo de eternidad”, “templo de susurros” “de misterios revelados”. Es la hegemonía de la visión poética por encima de las limitaciones de la palabra. Como un candil, la visión poética ilumina “los cuerpos exhumados de la palabra”, aquellos que quedan como signos de la eterna lucha entre lo temporal y lo eterno.

El tema del deseo se muestra errabundo en el poema IV, donde, como en la fórmula de Lacan, la consecución del deseo, su realización es solo “acariciada” pues se trata de una “enfebrecida senda”, un “desasido misterio” que siempre está más allá, morando en lo real que se haya transponiendo la fantasmática ( y anestésica) realidad.


En el poema V es patente que las palabras, en su frenesí temporal, primero, están más acá de los “arcanos secretos”, que yo entiendo como símbolos poéticos prelinguísticos (y pos), y luego tan solo preludian el verbo, el logos bíblico que abre la noche de la creación.

La poesía como forma de conocimiento no de la realidad, que es constructo –para seguir con la distinción lacaniana –sino de lo real, que abisma al yo poético (de ahí tal vez el título del libro) y lo corona de “ojos tercos enajenados”. Dioses y hombres, frente a tamaño atrevimiento del poeta, exclaman un reproche ineludible: “Cuándo no, tú, poeta”

En el poema IX el yo poético dialoga con lo que llamaré un “poeta ideal”.
Señala en este camino, bajo esta visión, la relación del poeta con el dolor (de raigambre vallejiana), su condición existencial, y sobre todo la fatal inadecuación del lenguaje –suerte de puente roto sobre el horrible abismo de la incomunicación- para expresar su “sacro desgarramiento”, que tal vez sea imposible de conjurar por completo.

El poema X resalta la idea central del libro: la palabra sobre el abismo (sea flotante o bajo la figura del puente quebrado) es también un discurso poético que se ocupa sobre los abismos, y los abismos proliferan frente a la sensibilidad poética: abismo verbal, abismo semántico, abismo de quebranto, pero también del amor.

Los cuatro últimos poemas, de tema amoroso, apuntan a una conciliación trascendente de lo que llamaré la agenda esencial, en la dialéctica de los amantes. Esta suerte de salida a la tortuosa fisura entre lo Real trascendente y lo verbal ficticio y temporal, sin embargo no es clausurante ni plena: la palabra seguirá planeando torpe, inestable sobre los abismos, el yo poético –espero- proseguirá su lucha sisífica por llevar su palabra a la cima de lo expresable. Parafraseando a Saint-John Perse, “motivos tengo de elogio” por ello.

                                                                                                     



Víctor Coral Cordero
Lima, 17 de agosto del 2005



*Texto leído en la presentación de “Palabra sobre los abismos” por Víctor Coral Cordero (Lima, Perú; 1968).
Publicado en:

miércoles, 16 de marzo de 2011

“PALABRA SOBRE LOS ABISMOS”

Por: Carlos Bancayán Llontop

El poemario trae dos introducciones, una de Miguel Ildefonso y otra de Víctor Coral.
Carlos Bancayán Lontop


Después de una serie de interrogantes preliminares dice Ildefonso acerca del trabajo de Juan José Soto: “El poeta lo que quiere es motivar, inquietar, conducir hacia algo que él ha vislumbrado, pero del que no existen palabras para nombrarlo o definirlo”. Y cita los primeros versos del que llama “visionario libro de poemas”: “Busco palabras/ Que sean más que palabras/ Que hablen más que de sí mismas/ provocadoras como largos silencios/ proferidos en la oscura mañana de los deseos”.

Sabemos que hay algunas cosas tan recónditas o sutiles que resulta imposible manifestarlas a través de la oralidad; sin embargo, para aquello que no se puede expresar con palabras existe una palabra: “inefable”, aunque con frecuencia se utiliza referida al ámbito de los sentidos, y cuando Juan José Soto busca palabras “que hablen más que de sí mismas” va mucho más allá; va tras la abstracción que sea trasunto del misterio y del ser trascendente, como veremos más adelante.
También opina Ildefonso que la poesía –en este caso la poesía profunda- es como la caída al infierno de Dante, “el inicio de una oscura travesía llena de revelaciones”. En versos de Juan José Soto, pertenecientes al poema décimo: “Es desde la hondura/ donde emerge la palabra/ su sentido abisal/ la mirada en carne viva/ Indescifrable caos el de nuestras voces”. Y aquí Ildefonso coincide plenamente con Víctor Coral, quien inicia su breve comentario con los primeros versos del poema quinto “He abierto la pesada puerta del silencio/ y atravesado la noche/ en la que sigilosos moran los más arcanos secretos”. “Estos versos memorables” –dice hermosamente Víctor Coral- “definen en gran parte la poética esencial de Soto, quien despliega en este libro asombro divino mientras da cara al misterio de la poesía”.

“Oficio del poeta es tocar los misterios, no clasificarlos”, ha dicho Andrés Reynaldo, escritor cubano. ¿Y quiénes sí, entre los humanos, clasifican, es decir, estudian y desentrañan los misterios? Los científicos. Los físicos teóricos que hace décadas ya vienen desentrañando la estructura íntima de la materia, en los niveles subatómicos; los biólogos avanzados que descifran la estructura del genoma de los seres vivos, clonan animales y persiguen la clonación humana; los astrónomos contemporáneos que con potentes telescopios orbitales se hunden cada vez más en los abismos siderales y anhelan llegar a conocer los orígenes del Universo…
En otros planos más sutiles y difusos, incursionan en el misterio los magos, los augures, los chamanes…y los poetas. Y aquí es donde llegamos a otro meollo en la poesía de Juan José Soto, evidenciando ya en el epígrafe de su libro: “La palabra poética es mediación entre lo sagrado y los hombres”. Octavio Paz. Donde el término “sagrado” desde luego que no tiene la corriente connotación religiosa relacionada con una divinidad que juzga, condena o perdona la conducta de los hombres sino, por el contrario, se aproxima a aquel sentir de Vallejo cuando denosta a un Dios que “no sabe nada de su creación” y pues debe sufrir a tal dios indolente, “el dios es él”, el hombre, el ser humano creativo y sintiente.
En muchos poetas reverbera esta misma intuición. Pues siendo cierto que late en lo más recóndito del corazón humano una propensión a medirse con una entidad exterior a él que, por ser más alta e ignota, lo lleve a elevarse, hay en el poeta por lo tanto una cualidad de cuestionamiento de su entorno y de su prójimo. Por eso María Julia Villafane, poeta portorriqueña, emplaza al ser humano cuando dice: “Oye, tú, marioneta de Dios, / no dejes de mover/ los hilos de tu existencia”.
El hombre para ella es una marioneta, un títere de esa dimensión superior llamada divinidad; pero puede, tiene la libertad de mover los hilos de su vida; en última instancia es el dueño de su destino.
Volviendo a la poesía de Juan José Soto, por esa cualidad de poder llegar a ser mediador entre lo sagrado –entendido esto como lo elevado e ignoto- y los hombres, es que en la antigüedad milenaria de las civilizaciones orientales se equiparaba al poeta con el profeta, con el vidente, con el augur.
En el poema quinto, que bien señala Víctor Coral como representativo, después de que Soto “abre la pesada puerta del silencio” –la densidad de la ignorancia, de la rutina o de la molicie, que nos impiden apuntar hacia lo alto – “atraviesa la noche en la que sigilosos moran los más arcanos secretos/… /ensimismados en el lenguaje de proféticas voces. / Allende la estancia/ labios voraces de fragorosos poetas aguardan/… / Preludio del verbo/ ¡Hágase la luz! “
Hemos entrecortado el poema a propósito para resaltar esta última resonancia del Génesis bíblico, del inmenso “fiat lux” con que se inicia el libro sagrado de los cristianos.
Y en el poema noveno el poeta dice, refiriéndose a su propia ánima, a su propia “sacritud” (valga el neologismo): “Espíritu habitante de las peñas/ del viento/ de los remotos manantiales a horcajadas (los manantiales de lo oculto donde él se encarama cual audaz jinete del misterio) /Hay lágrima/Barro innúmero/Mucho de palabra sobre los abismos/De Sacro desgarramiento sin embargo.”
“Cada lágrima enseña a los hombres una verdad”, dijo Platón hace miles de años. No en vano el mundo ha sido llamado “valle de lágrimas”, porque durante toda su vida la constante, el común denominador para el hombre, es el sufrimiento. Pero mientras el humano corriente y moliente se evade de esta condición insoslayable hablando de política, de fútbol, mujereando o tomando, el poeta acendrado tiene algo de profeta porque no sólo sufre con mayor intensidad que su prójimo, desde que es más sensible, sino porque sabe sufrir. En lugar de libar en exceso bebe de los arcanos profundos, y en lugar de llorar, escribe.
En ese hurgar del poeta sobre los abismos, sobre los misterios (el amor, la muerte, el destino humano), hay mucho de desgarramiento; mas no ese sufrir univalente de quien, por ejemplo, padece por el amor romántico o porque no le alcanza el dinero que gana. No. Es el desgarramiento sacro, espiritual, de sentirse “barro innúmero”, el “yo es otro” de Rimbaud, el ansia de totalidad de quien se siente aherrojado en su cuerpo, en la cotidianidad, en la ciudad asfixiante, mientras intuye, presiente, sabe que hay esferas superiores, praderas celestes a las que por su condición humana sólo puede aspirar, y a las cuales no tiene la seguridad de poder acceder ni siquiera con la muerte, salvo que sea persona creyente.
Se queda entonces el poeta en un inmenso reducto.
Podrá sentirse por momentos desconcertado, anheloso, desamparado ante los misterios insondables en que rebulle. Podrá ser el “hombre con una piel de menos” como dijo alguien refiriéndose a su hipersensibilidad; pero por ello mismo es el mágico versonauta del misterio, el orífice de su propia existencia abisal. Posee el poder, como el mismo Juan José Soto expresa bellamente en su poema décimotercero, de ser una “sacra espada alojada en la frente de la noche”.



Chiclayo, 11 de agosto del 2006

*Texto leído el 11 de agosto del 2006 con motivo de la presentación del poemario “Palabra sobre los abismos” de Juan José Soto en el auditorio del Instituto Nacional de Cultura – Lambayeque (Perú)


CARLOS BANCAYÁN LLONTOP, poeta, narrador y periodista  peruano nacido en la ciudad de Chiclayo, Perú en 1943.Ganador de los “Juegos Florales de poesía - Universidad de Lambayeque” (1965); del concurso “Poeta Joven de Chiclayo” (1966), así como del concurso de narración organizado por la Unión de Escritores y Artistas Lambayecanos. Ha publicado los poemarios “Poemas dispersos” (1975); “Sentidumbres: la costumbre de sentir” (1979); “Pastor de colibríes” (1994)  y el libro de cuentos “Las formas” (1988) entre otros textos.

martes, 15 de marzo de 2011

JUAN JOSÉ SOTO Y LOS ABISMOS DE LA PALABRA

Por Fernando Odiaga

Palabra y silencio opuestos y mediados por el deseo son el principio de la búsqueda poética, una búsqueda dialéctica que se estructura desde “la oscura mañana de los silencios” y desde el dolor “extraviado… en los silentes pasadizos del espíritu”.
Fernando Odiaga
El poeta y los poetas aparecen “apostados bajo un silente pórtico”. Las palabras aparecen cual la tormenta y la guerra y el poeta se resuelve a enunciar su elección sagrada de verbos, sustantivos y adjetivos. Esta elección se involucra con la investigación sobre la palabra misma, sobre su “cuerpo exhumado”, dice el poeta, sobre los “dispersos nombres que moran en ella” y encuentra en primer lugar una materia hecha de Historia, Eternidad y también de olvido.
La ontogenia es el tema hallado cuando “tropiezan gigantes, enormes los deseos!”. El misterio primordial de la palabra tiene algo de demencia y felicidad que corresponden al emerger del hombre a la razón. Silencio y secreto pueblan los arcanos de este misterio que se resuelve en las “proféticas voces” de los poetas que “devoran infatigables el tiempo” como preludio del “fiat lux” del origen, de la ontogenia. Y el preludio de este “fiat lux”  se enseñorea del abismo.
La Biblia dice que en el principio eran las tinieblas y  solo el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Para los gnósticos estas aguas tenían sobre si el silencio y se profundizaban en el abismo. En alemán abismo se dice “abgrund” que significa literalmente sin – fundamentos o sin – bases. La vida y la palabra son un vértigo ascendente desde la inmensidad profunda. Y entonces es cuando comienza a construirse la memoria y se destaca la figura del poeta, su antigua sed y su antiguo oficio, dice Juan José Soto. Así pues, nos dice también que “es desde la hondura donde emerge la palabra” teniendo como finalidad revelar al hombre su destino, que no es otro que descubrir al amor.
Y el  amor se descubre como lo hacen los poetas: “desafiando el ignoto atajo de la memoria” según la frase de Soto. En el amor se descubren besos con “sabor a cristales rotos” y los amantes ofrendan “sus vidas a la inclemencia firme de una espada”. La tensión reaparece aquí entre el amor y la mención velada del odio y la guerra. Mientras la espada se aloja en la frente de la noche, la tensión entre el amor y el odio se resuelve nuevamente en el olvido que testimonia el ser y la ausencia del sublime sentimiento.
Juan José Soto nos ha prodigado una poética extrañamente filosófica que hemos tratado de discernir desde el intrincamiento de sus núcleos semánticos: palabra, silencio, abismo y amor son los motivos que han llevado a Soto al abstraccionismo de las definiciones más puras, a la metáfora como método de indagación de la verdad.
Desde aquí creo que “Palabra sobre los abismos” es una de las entregas más plausibles de nuestra poesía actual que se inserta en el horizonte de los significados primordiales del existencialismo afirmando entre nosotros la pureza metafísica de la palabra.


Chiclayo, 11 de agosto del 2006

*Texto leído por el poeta Fernando Odiaga en la presentación del poemario “Palabra sobre los abismos” el 11 de agosto del 2006 en el auditorio del Instituto Nacional de Cultura – Lambayeque.




FERNANDO ODIAGA GONZÁLES (Perú, 1970)
Poeta e intelectual chiclayano, miembro de la agrupación “Conglomerado Cultural –Lambayeque”. Estudió filosofía en la Facultad de Teología Pontificia y Civil (Lima) -hoy universidad- y Antropología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ha publicado poemas sueltos en el fanzine "Subart" y en  " Levitación bárbara”. Tiene varios poemarios inéditos.

sábado, 12 de marzo de 2011

PALABRA SOBRE LOS ABISMOS

Por Paolo Astorga

La palabra como fuente para definir el universo, la palabra como elemento que traspasa la palabra en sí, el abismo, el caos y la creación, se dan de lleno en Palabra sobre los abismos, el nuevo libro de poesía del poeta peruano Juan José Soto Bacigalupo.
El libro, nos demuestra desde los primeros textos un deseo por buscar aquello que nos impulsa ir más allá de la palabra, hurgar lo infinito, lo eterno y hasta lo efímero y fugaz, hasta madurar desde nuestros propios abismos y emerger de un caos hacia la belleza eterna de la misma poesía. Dejar que las palabras hablen por sí mismas, la redención que comience desde el verbo, desde la esencia más intima del hombre.
Busco palabras / Que sean más que palabras / Que hablen más que de sí mismas / provocadoras como largos silencios / proferidos en la oscura mañana de los deseos
Pero hay más que una búsqueda que por momentos se transforma en una metafísica del orden, también se observa una atinada analogía a la memoria y al olvido, lo atemporal como una visión que rompe lo establecido y vislumbra una realidad nueva en la palabra y al hombre en sí: La memoria persiste / más allá de la memoria / aun sin ella misma / en el registro innominado / inmemorial / a buen recaudo / de las aviesas e inveteradas debilidades / de la especie humana.
Pero no exento del amor y la creación a que nos impulsa el autor escribe: Hay en tus labios / un sabor a cristales rotos / a grieta honda / que abisma los amores sobre rocas tenaces.

En conclusión Palabra sobre los abismos nos deja desde ya entrever el caótico y emocionante mundo que se esconde entre imágenes de belleza, el deseo por ordenar el mundo que nos rodea, de traspasar lo creado para encontrar una respuesta, una vívida esperanza para crear así otra vez el paraíso que deseamos sin cesar.




Paolo Astorga (Lima-Perú, 1987) Es estudiante de Educación en la especialidad de Literatura y Lengua Española de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle – “La Cantuta”. Es miembro fundador del grupo literario cantuteño “Letra en Llamas”. Fue director y editor de la revista digital de creación literaria Remolinos (44 números publicados). Ha publicado los libros de poesía: Anatomía de un vacío, Sin llegar a lo invisible y De Lima a Chosica, así como innumerables plaquetas. Ha sido publicado en las antologías: Reflejos del Alma (Lima-Perú, 2005), Poetas Solidarios (Almería - España, 2007) y en Perú S. XXI. 60 poetas contemporáneos (Fundación Yacana, Lima-Perú, 2007).